El verso como la perplejidad y
el estremecimiento ante el
paisaje. El verso como el más
esencial testimonio del hombre, ser de la angustia y el
desamparo. La poesía de Vicente Gerbasi
ilumina una tradición y abre un horizonte
de sensibilidad para una nueva palabra
poética. Poeta de clausura y de fundación;
en su verso confluye la tradición poética
que, desde Bello y Lazo Martí, nombra a
la naturaleza, y en esa confluencia se produce una metamorfosis, una transposición
para que el paisaje sea una metáfora del
corazón y para que el corazón se encuentre
atravesado por la soledad y el enigma del
paisaje. En ese nuevo horizonte de sensibilidad, con sus propios ritmos e inflexiones, Ramón Palomares y Luis Alberto
Crespo, Eugenio Montejo y Rafael José
Alvarez, por ejemplo, alcanzan su figura
poética. En el deslumbramiento del trópico, diluido en la luz, naufragando en la inmersidad y en la belleza de la noche o atravesado por el látigo de la sequía o de la tormenta, el hombre no es quizás si no la soledad, la profunda y abismal soledad en el paisaje. Frente a la extensión sin límites y a la exhuberania de lo físico, la callada resistencia metafísica. El encuentro de esas dos dimensiones abre una herida que es a la vez una huella y un estremecimiento, una revelación y un enigma. Los personajes de Rulfo y de García Márquez alcazan la densidad de esa doble dimensión; el verso de Gerbasi se abre a la contienda, fundando, en ese encuentro, un drama cósmico, viejo y nuevo dramla de la vida y de la muerte, del día y de la noche, de la luz y de la sombra, oponiéndose, interpetándose, complementándose, desgarrándose en el ser, ese "animal metafísico cargado de congojas", del cual nos habla Huidobro y que asiste, en la poesía de Gerbasi, como una persistencia entre la noche y el relámpago, entre la oscuridad y el arcoiris. Cerco y disolución, germen del lenguaje pero también del silencio, la noche abre su rica dimensión semántica en la poesía de Gerbasi para ser, primero, la cifra del misterio y de la muerte y, después, una ondulante metamorfosis de sentidos que atraviesa los ecos de los Hinmos de Novalis (pues la noche, como un gran vientre, I alberga y engendra la poesía) para, inmediatamente metamorfosearse y ser conjuro de la noche que es también lo abismal, lo que nos destruye. El famoso verso "Venimos de la noche y hacia la noche vamos" es, como la fómlula de Einsten, la certeza y brevísima revelación de un portento. "La noche ha dicho Gerbasi en uno de sus ensayos es el estado primordial y el fin del hombre. En la noche somos un breve paréntesis luminoso que vuelve a cerrarse en la eternidad, que vuelve a hacerse noche". En un verso dirá "relámpago extasiado entre dos noches" (1945, III) postulando así uma estética y una metafísica. En esta doble vertiente la noche se convierte en metáfo ra que disemina sus sentidos y es así la engendradora de los enigmas: ¡Oh, noche que confundes la sangre con tu enigma, despierta entre los dioses al dios de la tristeza, y edifícame en templo levántame en tu sombra. ("Tristeza nocturna" 1943) el centro de resonancia que fecunda la sensibilidad: ¡Oh noche misteriosa encantadora visión de oscura calma, que siempre candorosa, al pie de la eterna palma, enciendes las estrellas de nú alma (Liras, l, 1943) y razón del combate cósnúco y existencial del ser: Pertenezco a la noche detenida por negros abedules la noche que en la altura mueve nevados huenos y abre los portales de la melallcolía.
(Nostalgia nocturna, 1946) Frente a la noche devoradora, invencible, que nos engendra y nos destruye, el poeta expresa su angustia y su combate, en las resonancias simbólicas del día y sus luces, del relámpago y la niñez, del padre y la naturaleza. "Vida y muerte reflexiona van tan cerca como el día y la noche", y en efecto, doblegando sombras, sonando sus guitarras, "El día derrama su transparente maravilla" (Amanecer, 1943) y es, en la noche cósmica, como un relámpago en la oscuridad, situación que es también, por analogía, la del ser en el tiempo. Esta poesía parece decirnos que en el trópico no se puede ser sino de la estirpe de los adoradores del sol y de los conjuradores de la noche, que si las resonancias de Novalis llegan hasta nosotros, lo será a condición de que inviertan sus símbolos. Nuestros Himnos a la noche son conjuros desde la angustia y desde la resolana. ¿Podría decirse que la poesía de Gerbasi va del enigma y de la pesadumbre de la noche al estallido de la luz y de los colores del día? Es necesario preguntarse, por ejemplo, sobre la significación del relámpago y del azul en esta poesía. Es importante observar cómo la naturaleza es también un resplandor en la noche: De tristeza estaIros hechos, pero de pronto la alegría vence a la muerte y aparece la danza con cabeza de venado (...) El hombre corta la madera para el ataúd, pero hace el vino y enciende lámpara sobre las mesas (...) El hombre danza con cabeza de venado en torno a su propia muerte.
(Muerte y alegría, 1958) Un drama cósmico parece vivirse en el corazón de la palabra poética de Gerbasi, drama, como decíamos, entre las sombras y el estallido de la luz, que es también el canto de una pesadumbre, de una angustiosa conciencia de la vida cercada, penetrada por el reino de las sombras de donde provie. De allí que la gran metáfora de la noche precisa una visión del mundo, la angustia deunla sensibilidad ante el mundo. y en este drama, expresado también en los extremos del arcoiris y del trueno, la naulraleza se desborda en colores, luces, sonidos, en un pernlanente naufragio y renacimiento desde los territorios de la muerte. El arcoiris y la infancia son, en esta poesía, las concreciones, quizás breves, de seguro lejanas, de una felicidad vislumbrada. ¿Posibles islas, posibles bastiones para la defensa del acecho feroz de la noche? Si, como dice BataiIle, "la literatura es la infancia por fin recuperada", en la poesía de Gerbasi es un breve y profundo estadio de felicidad y de metáforas trenzadas por el color y la luz, en el largo camino de la soledad y de la angustia. Así, dirá el poeta: Te amo, infallcia, te amo (...) porq\le le diste a nús ojos un arcoiris sobre las colinas
(te amo, infancia, 1952) Canoabo, espacio poético de la infancia, es el lugar de la confluencia de la luz y la naturaleza: Todo porque nací en Canoabo, en el calor, en el color , entre todas las especies animales que mueven su imagen en medio de las hojas
(Intemperie,1958) Canoabo y la infancia propician la convocatoria de los mitos del jinete sin cabeza y del Tirano Aguirre, que aparecen como extremos alucinantes del telurismo; y propicia la figura imantadora del padre, centro de todas las metáforas y de todos los hallazgos. Todo confluye en el padre, como en la infancia y en la aldea. El padre es vida concluida y génesis, y, por ello, a ratos, la figura núsma de la noche para ser, en el siguiente instante, el dador del relámpago y de la poesía. En el padre todo se funde y renace, y en él, para decirlo con palabras prestadas de André Breton, los contrarios dejan de ser percibidos como contradictorios. Por ello la permanente invocación al padre se traduce, por momentos, en invocación a Dios. El padre es el dios tutelar de esta poesía del trueno y del arcoiris, de la noche y el relámpago, del huracán y de la angustia. Del huracán y de la angustia La frase de José Lezama Lima que describe el "nacido dentro de la poesía", "apesadumbrado fantasma de nadas conjeturales", parece describir la metáfora y la metafísica del ser en la obra de Vicente Gerbasi. Poética de la naturaleza y de la noche, ciertamente, esta poesía es también poética de la soledad y de la angustia, de la melancolía y de la pesadumbre, Gerbasi ha teorizado sobre el drama del ser, tal como es plasmado en su poesía:
El primer estremecimiento del hombre ante el paisaje es así el de la desolación y de la angustia. El drama cósmico tiene lugar en el interior del hombre mismo. Toda la poesía de Gerbasi se encuentra trenzada por esta razón esencial. "La pesadumbre cava con pezuñas de lobo" (1945, II), dirá en uno de sus primeros poemarios, abriendo una recurrencia caracterizadora de esta obra que es, en toda su extensión, una intuición poética de la dimensión cósmica de la muerte, y de la vida como un brevísimo resplandor. La poesía nacerá de esa cósmica resonancia:   El desamparo nocturno reserva para nú su música Desamparo, 1988)
En uno de sus más recientes poemas,, Gerbasi subraya esa persistencia, el espesor y la dimensión de esa intuición esencial: Yo viajé por mis edades tengo un perfil de soledad, un perfil de llanto, lágrimas en el perfil
(Claudia, 1988) El drama existencial, con claras reminiscencias de la filosofía de Kierkegard, se articula al testimonio poético sobre la noche y la naturaleza, más no como una línea paralela sino como una prolongación y una transposición constante de uno a otro ámbito. La poesía de Gerbasi es una permanente transposición, un permanente fluir entre el drama cósmico y los estados de luz y de melancolía del alma, donde la naturaleza es una metáfora de la vida interior y ésta una prolongación de la naturaleza. El poeta tiene una clara conciencia de esa I confluencia en su obra:
Quizás podría decirse que su poesía es una deslumbrante profundización de esta idea. Este principio poético se extiende ¡ por todos los estratos de su escritura, recurriendo a la constante humanización (de la noche, de la tierra, de la infancia), a la ! proliferación de paralelismos a través . fundamentalmente del "como" y de la acumulación metafórica de atribuciones y, sobre todo, a la transposición, primero, entre ámbitos y reinos distintos de la naturaleza ("pez que nada entre nubes vespertinas", 1945, III; "suena el agua / en el silencio / con dientes", Caimanes, 1985, por ejemplo) y, lo que es el centro de esta poética, la transposición entre la sensibilidad y la naturaleza. Así podrá decir, por ejemplo: Sobre mi corazón oscuro como un valle titilatllas estrellas. ..
(Canto a la naturaleza en la
noche, 1943) O señalar: "El frío de las piedras corre por nmi sangre" (1945, III) pues lo cósnllco se escenifica en el interior de nosotros missmos: La noche del millagro espera en nuestras almas, porque en nosotros duernle la rama dd relámpago
(Canto a la naturaleza en la noche,
1943) Los ejemplos podrían llenar muchas cuartillas. La naturaleza y el drama cósmico de la noche y el día se convierten en las representaciones mismas de la sensibilidad que se expresa como soledad y melancolía, y que parece alcanzar su más alto tono de la belleza, su fascinación, cuando esos vasos comunicantes, esa extensión de un ámbito en el otro, se expresan como un secreto, como un misterio, como la cifra revelada de un enigma, que más que exponer sus sentidos nos regala el sonido de su paso por el viento. NOTA: Fechas de edición de la obra tica de Vicente Gerbasi.
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